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Verdi: La Traviata

En estos tiempos de corrección política y de supuesto respeto a las preferencias individuales, uno se pregunta que interés podrá tener el trágico amor de una acaudalada «cortesana» (¿habrá alguien nacido en los últimos 20 años que sepa lo que esta palabra significa?) con un candido jovenzuelo. En teoría librados de los más atroces prejuicios familiares, en una sociedad menos hipócrita que la decimonónica (¿será?) los espectadores contemporáneos pueden sentirse ajenos al sino de Violeta y Alfredo. Sin embargo cuando este drama es una adaptación libre (más bien medio abusiva, para no pagar derechos de autor) de La Dama de las camelias de Alejandro Dumas hijo, podemos afirmar que la dimensión del drama es significante aún hoy día.

Esta ópera resulta singular por varias razones. La primera, que salta a la vista, es la ausencia de elementos míticos, mágicos o heroicos en el sentido más glorioso de la palabra. Los personajes de La Traviatta son contemporáneos de Verdi, se desenvuelven en ambientes similares a los frecuentados por el compositor y se visten como las personas que trata cotidianamente. Su heroísmo es más real que el dimensiones épicas: es el heroísmo del hombre ordinario que se enfrenta a la vida día a día.

El fascículo que acompaña el DVD que le comentamos nos dice que «Verdi jamás revelo este secreto, Violeta –La Traviatta, es decir, la descarriada- es una meretriz de lujo que renuncia a su fortuna por el amor puro y alocado de Alfredo». ¿Acaso habrá alguien que necesite se le revele este «secreto»?. Lo cierto es que Verdi utiliza un lenguaje ligeramente menos acartonado que el acostumbrado tradicionalmente en la ópera de su tiempo, lo que permite sentir más reales a sus personajes. En particular es imposible no sentirse repelido por el antipático padre de Alfredo.

Usted ya conoce perfectamente la historia de La dama de las camelias. Lo que quizá no sabe es que Verdi se sintió particularmente relacionado con la la misma, pues tenía una relación amorosa con la soprano Giuseppina Strepponi que fue duramente criticada por los metiches a su alrededor. Giuseppina y Giuseppe eran amigos desde los tiempos en que este último había compuesto Oberto. Viendo en París la obra de Alejandro Dumas hijo en escena, Verdi identifico los padecimientos de Marguerite Gautier con los propios de su querida Giuseppina, y decidió realizar una adaptación de la obra. Francesco Maria Piave, poeta que ya había colaborado con Verdi en Macbeth y Rigoletto entre otras, fue el libretista elegido. Como dijimos al inició, para ahorrarse algunos dineros, nuestros inventivos artistas cambiaron los nombres de los personajes y algo de la acción de la novela original de Dumas.

Verdi termino la partitura en solo 45 días y estreno La Traviatta en el teatro La Fenice de Venecia tan solo dos meses después de presentar Il Trovatore. Eran otros tiempos (no había televisión ni Internet que le quitara a uno el tiempo). Con el tiempo, el brindis de Alfredo «Libiamo nei’ lieta calici» pasaría a ser una de las piezas más conocidas de todo el repertorio operístico. Toda la obra ofrece pasajes memorables y el desenlace lo puede dejar a uno con ojito vidrioso, tipo Remi. El personaje de Violeta es sin duda un obligado para cualquier soprano que quiera pertenecer a las grandes ligas operísticas, y todavía hay quienes consideran que solo la Callas podía resolver en su totalidad las demandas que el personaje plantea.

Respecto a la puesta en escena, la producción del Covent Garden tiene bastante imaginación, como cabe esperar de los detallistas británicos. La producción escénica de Richard Eyre es soberbia. Sir George Solti dirigiendo a la Royal Opera House Orchestra & Chorus entrega aquí su primera versión de esta obra, con un control rítmico y una claridad que no dan lugar a queja. Pero la verdadera estrella de esta producción es Angela Gheorghiu en el papel de Violetta. Esta es la producción que lanzo a la Gheorghiu a la fama internacional, la misma que tuvo audiencia record en la televisión británica (audiencia comparable a la del fútbol en México, aunque no lo crea). Y como no. Es algo que tiene que verse, a pesar de dos o tres fallas menores a lo largo de la obra. Por desgracia, el resto del reparto no está a la altura. Sería genial tener a Alagna (actual marido de Gheorgiu) en el papel de Alfredo, en lugar del ligeramente arrogante Frank Lopardo. Además, Leo Nucci no es particularmente glorioso como padre de Alfredo. Lástima, porque algunos pasajes son obligados en el repertorio para barítono, y no lucen lo suficiente bajo Nucci.

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